- ¿Falta
mucho? preguntaron, animados por los arrullos de las tórtolas.
- Ni
idea. No recuerdo cómo fue en primaveras pasadas...
- Yo tampoco lo sé... Creo que era demasiado pequeño...
- Yo también era muy pequeñita...
- Yo tampoco lo sé... Creo que era demasiado pequeño...
- Yo también era muy pequeñita...
Y
siguieron, inusualmente tranquilos, sentados en la alfombra del césped, urdimbre de llantén bordada de miosotis.
Habían
esparcido delante de ellos, gran multitud de cestitas de junco donde guardaban
sus tesoros más preciados.
El duende del Diente de león
unos juguetes para compartir con el viento, el hada de las Caléndulas sus semillas para los mimos, el hada de los Árboles Frutales otras flores y semillas vitales y prácticas; y así… todas.
En
unas cajas de corteza de abedul, esperaban bulbos varios para perfumar el agua del río; en otras, las previsoras hadas del invierno habían alineado pequeños troncos huecos donde
crecían verduras diminutas ya listas para su consumo. En otras, había plumón de pájaro cantor para los sueños y las cosquillas. Y en todas, susurros de viento y murmullos de agua para arrancar sonrisas y carcajadas envueltas con cintas multicolor.
Estaba
toda la gente menuda de la recién llegada primavera esperando; y cada vez que una de sus
hermanas mayores pasaba apresurada, los brazos cargados de tiernas hojas limpias, bolitas de musgo del bosque, flores de freesias y conchas de agua fresca de los manantiales secretos,
repetían la misma pregunta:
- ¿Falta
mucho?
En
el mes llamado "enero" por los humanos, había nacido un nuevo duende e iba a ser
nombrado
“Duende de honor de la nueva primavera”
Pero
no vayáis a creer que esto ocurre cada año ni que la elección se hace a dedo. En absoluto: es necesario pasar una
serie de pruebas y el resultado estaba a punto de hacerse público.
(No sé cuáles son los requisitos previos al nombramiento (las hadas son muy discretas) pero sí sé que después viene
un rito curioso que me contó hace tiempo una corneja cenicienta venida de un país del este.
Según ella, esta costumbre o prueba final consiste en dejar a
un duende de dos meses en mitad de objetos y plantas y observar sus reacciones.
Los duendes de cualquier estación son de naturaleza curiosa ya lo sabéis, y según lo que eligen, se les pone nombre y se les vaticina unas futuras tareas específicas acordes con sus gustos.)
Los duendes de cualquier estación son de naturaleza curiosa ya lo sabéis, y según lo que eligen, se les pone nombre y se les vaticina unas futuras tareas específicas acordes con sus gustos.)
- ¿Falta
mucho? preguntaron ansiosas las hadas de la primavera cuando por séptima vez
oyeron la voz del cuco.
- Ya
está listo.
Era
un duende francamente guapo el elegido por el concejo de las hadas.
Pequeñito, dedos de pianista, piel fina y pelo negro.
Pequeñito, dedos de pianista, piel fina y pelo negro.
Olía
a tomillo y a madreselva, a espuma de mar y savia de enebro.
Y sonriente,
miraba a todos con tranquilidad.
Todos, en el mágico mundo de las hadas de primavera y los duendes que las acompañaban lo
miraron, extasiados y deseosos de jugar con él.
- Lo
llamaremos Jacinto, ya que huele tan bien…
- ¡No!
Mejor... No-me-olvides... como tiene estos ojos tan azules…
- ¡No son azules sino verdes! y a mí, me gustaría más... Narciso...
- ¡No son azules sino verdes! y a mí, me gustaría más... Narciso...
- ¡Niños!
No discutáis: ya sabéis que él mismo elegirá su nombre. Es lo habitual entre los duendes. Y ellos nunca se equivocan.
Lo
depositaron sobre el césped y paseando su mirada limpia de semilla en semilla,
de tiesto en tiesto, de caja en caja, el duendecillo señaló con el dedo entre
los numerosos regalos que le habían traído.
Lo
primero que eligió fue una raíz de hipérico.
Lo
segundo, una rama de salvia.
Y
lo tercero un cristal de luna llena, lágrima de felicidad, la mágica lupa de duendes y hadas, la única capaz de encender noches sagradas.
Y
con esto quedó claro que este duendecillo tendría
el poder de atraer dones sobre la primavera incipiente,
la dulce tarea de ayudar en la elaboración de pócimas protectoras
y luego, al terminar la estación,
la gran responsabilidad de organizar la quema de las semillas defectuosas guardadas en las trescientas sesenta y cinco vainas pasadas.
el poder de atraer dones sobre la primavera incipiente,
la dulce tarea de ayudar en la elaboración de pócimas protectoras
y luego, al terminar la estación,
la gran responsabilidad de organizar la quema de las semillas defectuosas guardadas en las trescientas sesenta y cinco vainas pasadas.
Y
todos gritaron entusiasmados:
“¡Juan!
¡Se va a llamar Juan!”
Y así fue.
Y empezó la Fiesta de la Primavera
donde no faltó ni un rayo de sol y esperanza.
Y así fue.
Y empezó la Fiesta de la Primavera
donde no faltó ni un rayo de sol y esperanza.
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Pompita primaveral para ti, Juan, mi nuevo sobrino-nieto.:)
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