jueves, 29 de octubre de 2015

Como cada fin de octubre

"... Por supuesto que conozco muchas y las entiendo perfectamente pero no me gusta usarlas; no sé exactamente por qué. Por educación recibida, por falta de costumbre... no sé.
Conozco muchas y por duplicado además: recién llegada aquí, algunas personas se empeñaron en darme "imprescindibles clases" para ampliar mi vocabulario: lo clásico.
Pero las reservo para cuando de verdad ya no me queda otra solución.
Y hasta creo que esto les da más fuerza: al no estar desgastadas de tanto uso, cuando las empleo yo, tienen más contundencia.
Y, dependiendo de la intonación, mis interlocutores entienden que, tan abrumada, no me salen otras palabras;  o que de verdad estoy hasta...
las narices. 

Esta faceta mía hace sonreír a más de uno, en plan burlón.
"¡Por favor! Si todo el mundo habla así ahora. No me seas rancia"
Pues hijos míos, seré una rancia anticuada y desfasada, pero no lo puedo remediar: es como una alergia.
Y si puedo evitarlas, las evito. Creo que el vocabulario es lo suficientemente rico como para hablar con claridad sin usar tantísimos. Quizás unos poquitos vale, en plan coletilla, de vez en cuando... Algunos tienen ese tic que me parece inofensivo... Pero los hay que en una frase de diez palabras te cuelan una docena. Y eso...
Y en el fondo me da pena por ellas: ellas nacieron limpias, sin malas intenciones y no tienen la culpa de que muchos las usen como insultos ¿no?...

Me refiero a las palabrotas, los tacos, las palabras malsonantes o como se las quiera llamar.
("Vous aviez deviné, j´espère."  como cantaba Brassens en "Le gorille".)

No me gustan los tacos. Y sin embargo..."

¿A qué viene todo este discurso? os estaréis preguntando.

Pues viene a que siempre que hablo de Brassens (y hoy toca, como cada fin de octubre), siempre recalco su envidiable manejo del idioma, su cultura, su poesía, su ternura, su sentido del humor...
Y si bien a él también, como una vez confesó, le costaba usar tacos, muchas veces lo hacía.
Y soberbiamente además, escribiendo canciones con mucho ingenio.
Tanto que esto le granjeó no pocos problemas con algunas. Canciones con su denuncia social y su ironía (de la cual no escapaba nadie; ni siquiera él.) Con su ternura y su poesía. Con su filosofía de palabras y de hechos.
Y con su idioma claro y genuino también, lo que hizo que en la Francia de los años 50 algunas fueron prohibidas en la radio. Tanto por los temas que este "toca narices" se atrevía a cantar como también por las palabras.
Brassens, incómodo para unos y genial para la mayoría.

Y como respuesta a las críticas o consejos recibidos, a modo de disculpa o justificación (pero por supuesto sin dejar escapar la oportunidad de reincidir en la provocación y seguir burlándose), escribió ésta que os traigo hoy. (Había muchas candidatas pero al final elegí  El pornógrafo (no descartando traer alguna más, en otro momento ;)


Antaño, cuando yo era un mocoso
tenía fobia a los tacos.
Y si pensaba "mierda" por lo bajini,
no lo decía.
Pero hoy, cuando ganarme las habichuelas
consiste en hablar como un bufón,
ya no pienso "mierda" ¡pardiez!
sino que lo digo

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el pícaro 
de la canción.

Para divertir a la galería
escupo obscenidades,
bocanadas llenas de palabras groseras
totalmente incongruentes.
Pero al reencontrarme a solas bajo mi techo
mirándome a los ojos en mi espejo 
me señalo con el dedo
y me grito:" ¡Hombre incorrecto!
¡Que te den por allí...!"

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el granuja
de la canción.

Cada sábado voy a confesarme
acusándome de haber hablado de nalgas
y le prometo en firme al marabú
tenerlas tabú.
Pero temiendo,
si no hablo ya de ellas,
con terminar en el comedor social,
pronto vuelvo a sentar en el tapete
las nalgas impías.

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el sin vergüenza
de la canción.

Mi mujer tiene, dicho sea de paso,
una naturaleza concupiscente
que la impulsa a tumbarse desnuda
debajo del primero que pasa.
Pero, seamos sinceros, ¿puedo
hablar de ello en el cabaret
sin decir que tiene de forma muy aguda
fuego uterino?

Soy el pornógrafo
del fonógrafo,
el gamberro
de la canción.

Tendría sin duda felicidad
y quizás la cruz al Mérito
si cantase con decoro
el amor que lleva a Roma
pero mi ángel de la guarda me ha dicho:
"Nanay,
Cantar el amor te está prohibido
si no florece en el destino
de una puta."

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el pillastre
de la canción.

Y cuando, contentillo, tarareo
al dueño de un cabaret
un adorable estribillo bucólico,
se pone melancólico.
Y me dice, ahogándose en lágrimas:
"Si le place cantar a las flores,
que por lo menos crezcan en la calle Blondel,
en un burdel."

Soy el pornógrafo
del fonógrafo,
el bribón
de la canción.

Cada atardecer, antes de cenar
asomando la nariz a mi balcón
contemplo a la buena gente
en el sol poniente.
Pero no me pidáis cantar esto
si os asusta oír aquí
que me gusta ver
pasar a los gilipollas
desde mi balcón.

Soy el pornógrafo
del fonógrafo,
el canalla
de la canción.

Las almas buenas de aquí abajo
cuentan firmemente
con que a la hora de mi muerte
Satán venga a ensartar
a este muerto mal hablado.
Pero ¡ojala! el gran manitú,
para quien la palabra no cuenta en absoluto,
admita en su Jerusalén a la hora última,

al pornógrafo
del fonógrafo,
al gamberro
de la canción.



                                                   https://www.youtube.com/watch?v=tBe0p13cPxk


Me gusta Brassens. Cualquier faceta suya. ¿Lo habíais notado?...

Ya sé que lo mío es una contradicción, que a ver si me aclaro, que no soy justa, que no soy imparcial pero... hay forma y forma.
Es que para mí, este tímido artesano del idioma, era un Señor.
Un auténtico Señor de las Letras. Con o sin tacos. Sin y con tacos.


Pompita de aniversario. Hoy es 29 de octubre.

(Todavía recuerdo el día que anunciaron su muerte...
Y lo primero que se me escapó fue:"oh! merde..." Y os pido disculpas.
No por el taco sino por, una vez más, enrollarme tanto. ;)
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martes, 13 de octubre de 2015

A orillas del río

                                                                foto: regalo de Diego

Lo despertó antes del amanecer una fragancia fresca de vegetación hinchada de promesas. Y supo que había llegado la hora de emprender el camino de vuelta a casa.
El río baja mansamente entre abrazos de avellanos que se inclinan sobre sus aguas indolentes; y conserva en esa hora temprana jirones de bruma flotando como algas aéreas donde se escurren pálidos destellos de sol.
En un recodo de la estrecha senda de tierra negra que sube bordeando el río, se para un instante. Reconoce cada tronco; acaricia con la mirada unas violetas rezagadas; intuye unas setas escondidas bajo zarzas; saborea unas moras tardías que han escapado al pico de los mirlos.
Y con los ojos entrecerrados, inspira largamente los olores familiares.
La neblina que se eleva del río tranquilo le envuelve de sonidos apagados: los murmullos del agua en la ribera herbosa, el aire saturado de humedad que se desliza de las ramas hacia su cuerpo musgoso, el roce de un animal reptando sobre el lecho de hojas de abedul, el vuelo repentino de un pájaro sorprendido. Y disfruta del placer reencontrado.
El duende del bosque reanuda su caminar pausado internándose ahora entre los helechos. Imperceptibles jeroglíficos vegetales que sólo unos pocos saben descifrar le llevarán a un claro de viejos carballos donde le esperan otros seres misteriosos.
En el nacimiento del río tienen su morada.

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Pompita de paseo en un día lluvioso.
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