De repente notó frescor en los ojos a través de sus gafas negras.
Y preguntó:
- ¿Se escondió el sol verdad?
- Supongo... Noto una nube cruzando el cielo...
-... ¿A qué sabrán las nubes?...
Él cogió su mano y jugando dirigió su dedo índice hacia el cielo y le dijo:
- Dímelo tú.
Ella se rió, se llevó el dedo a la boca, lo saboreó y contestó muy seriamente:
- A helado de vainilla, mi preferido.
- Acertaste. Y ¿ésta otra?
- Muy fácil: a chantilly con moras y arándanos.
Siguieron caramelo de mandarina y sorbete de violeta, pollo asado y setas, espárragos silvestres y agua de mar...Y mil cosas deliciosas que inventaron sobre la marcha mezclándolas con recuerdos de sus lecturas descubiertas con las puntas de los dedos.
- ¿Y esta nube? A ver si lo adivinas...
Estuvo dudando, sacudiendo la cabeza; y volvió a apuntar con el dedo.
- No sé... No me gusta... Sabe rara... ¿A metal?... ¿A humo?...
¿A pólvora?..
- Podría ser... Se ha levantado aire: se aproxima una tormenta, creo.
Descubierto su nuevo juego, siguieron probando cada nube, cada día, apuntando al cielo.
Un banquete de sibaritas; entelequia donde mezclaron sin orden ni lógica el sabor de las nubes.
Unas desfilaban rápidamente, insípidas ya de tan conocidas. Otras tenían sabor a frutas exóticas que no supieron identificar. Algunas empachaban con sus ribetes de azúcar impalpable.
Tuvieron, de madrugada, desayunos opíparos de tímidas nubes azules. Y cenas anaranjadas de atardeceres melancólicos. Festines de cúmulos con sabor a tiza escolar. Meriendas deshilachadas y susurradas de brumas verdes. O rosadas a cualquier hora...
Y así, durante meses, degustaron el cielo a su manera.
Pero empezó el buen tiempo, sin nubes de ninguna clase. Se quedaron hambrientos de sueños. Preguntando cada día a los que miraban el cielo y redactaban informes meteorológicos:
-¿Tendremos nubes hoy?
Y se hundían en el silencio de un cielo sin relieve, con sabor amargo, cuando les contestaban tan ufanos que no; que no había nada en el cielo; que estaba totalmente despejado; que iba a ser un hermosísimo día de primavera; que ya era hora ¿no?...
Y se acabó el juego infantil del sabor de las nubes.
Pero años después, los dos seguían preguntándose, a solas detrás de sus párpados ciegos:
- ¿A qué sabrán las nubes?...
******************************
Pompita volando, con pregunta errática.
Ps. Y algo nuevo para los "golosos"...
http://www.aemet.es/es/noticias/2017/03/Nuevo_Atlas_Nubes
.