foto: Roma, verano 2014
Todo empieza en un anfiteatro cercano (o un circo), de piedra gris,
antaño concurrido, hoy olvidado,
abandonado; salvo por los
gatos que allí pululan como payasos tristes, algún que otro pájaro
cantor solitario, extraviado, hierbajos varios sin nombre y florecitas silvestres sin olor, de vida corta, sin
apenas color, cubiertas de polvo gris .
Y
se intuye la sombra
de los hombres grises,
ladrones de tiempo, que se deslizan entre las adelfas sin flor.
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“-¿Por qué tienen la cara tan gris? - preguntó Momo,
mientras seguía mirando.
-Porque viven de algo muerto – contestó el maestro “Hora”-.
Tú sabes que viven del tiempo de los hombres. Pero ese tiempo muere
literalmente cuando se lo arrancan a su verdadero propietario. Porque cada
hombre tiene “su propio” tiempo. Y sólo mientras siga siendo suyo se mantiene
vivo.”…
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Veo un gato; negro, flaco, pelo hirsuto. Un animal sin
brillo; salvo por las uñas, negras también. Alimentándose de restos en los
cubos de basura. A veces manjares desechados,
otras veces ratones desprevenidos y si no hay, pues bichos rastreros, lo que caiga: lagartijas, culebrillas, hasta babosas o caracoles, o incluso pequeños insectos, de ésos llamados
pececillos de plata creo. De ésos que salen en los lugares húmedos y con los
cuales juega a ratos para engañar un hambre que no consigue engañar.
Cerca hay una grieta de agua turbia, estancada, debajo de
unas rocas del anfiteatro (o circo; no me queda claro) y donde viene también a intentar aplacar su sed un
cuervo cojo, negro, con plumas de apagados reflejos azules, carne seca, ojos y
pico brillantes.
Primero pienso que esta sombra, oscura, escurridiza, casi
fantasmal, es un gato. No es nítida la imagen que da, desde lejos. Podría ser otra cosa. Por momentos
desaparece dentro de una sabina de sombra fría que crece allí entre dos escalones y los trozos inservibles de una vieja mesa redonda moteada de glaucas manchas de verdigrís, como cardenillo de russulas creciendo en su círculo tóxico.
Lo imagino, lamiendo sus
heridas de pellejo polvoriento sobre huesos puntiagudos. Sólo se oye a veces, a
media voz, un sonido lastimoso, maullido prolongado y pedigüeño seguido pronto de un bufido desafiante, recobrando orgullo. Destino
de gato sin hogar.
Pero, por un movimiento característico de su cuerpo,
descubro que es gata. Se alarga el mes de febrero, el mes del celo gatuno. Y me da aún más pena.
El cuervo viejo de
alas medio desplumadas, aprovecha su estado febril, le grazna desde el montón de escombros, encaramado en un manillar oxidado. Y le roba hasta los
pececillos de plata, urajeando. Bufidos. Graznidos insistentes, provocadores. Maullidos agudos, insistentes.
Un descolorido oso de peluche, desmembrado, yace cerca, dejando ver su relleno vegetal enmohecido.
A lo lejos, se oyen las notas cristalinas de un ruiseñor, esperando eco o respuesta.
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Desaparecen todos en la pantalla de la noche...
El decorado ha cambiado... Un jardín amurallado. Una puerta custodiada por las zarzas. Una casa medio abandonada, cerca de un acantilado, rezumando secreto.
"El olor a polvo y tiempo estancado en el interior era intenso. Cassandra dejó que la vista recorreria la hilera de lomos de los libros, rojos, verdes y amarillos, y esperó a que un título la atrapara. Una gata atigrada estaba repantigada en el tercer estante, balanceando el rabo entre los libros, bajo un rayo de luz solar. Cassandra no la había visto antes y se preguntó de dónde habría salido y cómo habría entrado en el apartamento sin que lo adviertiera. La gata, notando que estaba siendo examinada, extendió las patas delanteras y miró fijamente a Cassandra con aires de reina. Después dio un salto en un prolongado y fluido movimiento, se dejó caer al suelo y desapareció bajo la cama."
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El acantilado se tambalea: distorsionado se torna de nuevo circo. El cielo, una espiral de jirones de niebla grís que se escurren entre las ruinas.
La gata, flaca, deslucida, recelosa, intenta arañarle los ojos al cuervo pero
sus garras negras, sucias y enloquecidas, sólo rozan un poco una piel dura de donde no brotan
más que unas gotas de sangre oscura, de sabor indefinido. Y que ella
lame al limpiarse la punta de las patas, ronroneando.
Será su
alimento de hoy. Hasta que vuelva a hurgar en otro cubo de basura o a engañar el hambre con lo que le echen.
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Abro los ojos. Miro el reloj de la mesilla. Sus dígitos rojos marcan las cinco de la madrugada.
Unos gatos maullan desesperados fuera. Fuera de febrero, mes del celo gatuno que este año se alarga.
Me despierto con mal sabor de boca. Algo me ha sentado mal...
Habrá sido esta receta de caracoles con ajo que me ha producido
ardor de estómago con sólo leerla, ayer noche. Caracoles picantes mezclados
con lecturas sobre
gatos ,
jardines olvidados y relecturas sobre las ruinas de Grecia y de Roma.
Roma: amoR en los espejos, dicen. Roma, Ciudad Eterna de las peleas de los gatos abandonados y hambrientos,
los gladiadores sin futuro y los ladrones de tiempo, ladrones de vida.
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Hoy tocó pompita de noche sin luna...
... y con pesado concierto gatuno primaveral. :D
A ver si se calman de una vez y me dejan dormir... hasta la próxima luna llena, que también me quita el sueño a veces....
.¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿................??????????????????????????
Amig@s lectores,
A veces entre mis dedos el lápiz toma el mando y me inspira cosas que hasta a mí, me cuesta entender :D
Y otras veces, quien toma el mando es mi torpeza recurrente con el "cacharrito"
Hace poco, Laura me preguntó por mi entrada del día 15 que no aparecía... y la explicación es que, al responder a Juan, me percaté de una falta de ortografía en mi texto, la corregí y... en vez de darle a Actualizar le di seguramente a Borradores. Y me fui de viaje tan tranquila, desconectada del mundo bloguero :D No tengo remedio: soy una torpe :(
O mis textos también necesitan viajes a veces :D
Gracias, Laura, atenta lectora amiga por señalarme el fallo.
Ah! y no te preocupes con este divagar ;) Los gatos de mi barrio ya se han calmado y los que retraté por ahí eran normalitos :D (salvo uno, negrito como el mío y muy cariñoso, que era sordo de nacimiento y por ello se perdía a menudo nos contó su amo. Pobrecito :( )
Besotes y besotes.
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